PINTURA
SERIE III: PARÍS
EL DÍA 29 DE OCTUBRE DE 1991 realicé unos dibujos en la ciudad de París. Estaba en un lugar desconocido, de enormes proporciones, inabarcable; un lugar donde cualquier ser humano podría sentirse insignificante, minúsculo, máxime cuando se perciba la ausencia de comunicación con los demás. Los dibujos, que sirvieron de apoyo para desarrollar una serie de telas, expresan la idea de la auto-afirmación individual, como respuesta a las sensaciones experimentadas. Al menos cuando los hacía pensaba en términos como: vida, reproducción, expansión, irradiación, movimiento, ampliación.
El problema de resolver el traslado de las sensaciones aludidas a una tela se solucionó, en gran medida, con la utilización del aceite industrial de desecho. A este material se le sumó el empleo de aceite de oliva, jugo de aceituna y agua. La aplicación de todos los componentes sobre la tela sin imprimar consiguió unos resultados cuya expansión no era controlada.
El sentido de “no control”, ya tratado en trabajos anteriores, quise ampliarlo con el recurso de construir una imagen que pudiera salir del propio marco del cuadro. Representar este argumento fue sencillo: dibujé un rectángulo en la tela (imaginario límite del cuadro) dejando un margen considerable alrededor del mismo, a sabiendas de la posterior expansión que los materiales a utilizar experimentarían. Con ello pretendía significar que me importaba más el auto-movimiento de la propia imagen sobre el soporte que realizar una obra controlada estéticamente. Para aumentar esta característica deseché la utilización de bastidores. Creí que las imágenes quedaban, metafóricamente hablando, “libres”.