PINTURA
SERIE II: ACTUACIONES Y MANTEOS
EN EL MES DE MARZO DE 1990 se elaboró la obra Actuación n. 1. Quedó definida como el primer trabajo de carácter estrictamente procesual que realicé. Durante un mes ininterrumpido se fueron depositando rastros sobre una tela extendida en el suelo de mi habitación como consecuencia de la intervención involuntaria de las personas que visitaron el lugar. La intención principal de este trabajo fue la captura de la huella del “hombre urbano anónimo”. Marcas diversas aparecieron durante el proceso: siluetas de baldosas, restos de óxido y de cola, pisadas y zonas vírgenes en la tela que no llegaron a ser tocadas conceden información sobre las características propias del lugar donde la acción se llevó a cabo.
Esta primera actuación fue el origen de otras posteriores que se idearon para rebasar mi propio habitáculo: escaleras, pasillos, azoteas y espacios naturales, entre otros lugares. Desde entonces, la colaboración de diferentes personas, en muchos de los proyectos realizados, ha sido fundamental no sólo para desarrollar las obras sino también para entender el posterior acercamiento por parte del público.
Las investigaciones basadas en la captura de rastros del hombre urbano anónimo se ampliaron con la realización de: Actuación n. 2, Actuación n.3 y Actuación n. 6. La elaboración de las mismas se ejecutó siguiendo un plan de trabajo ciertamente riguroso. Así las señalizaciones viales representadas fueron elaboradas siguiendo la normativa B.O.E. (para las medidas a escala), incluso se utilizó una pintura similar a la empleada en la señalización de las vías urbanas. A continuación se permitió que cualquier situación no controlada por el autor, que pudiera ser fruto de lo que pudiera suceder en el entorno (pisadas de visitantes, rastros de la presencia de animales), incluso provocada por la acción del clima (lluvia, sol), tuvieran cabida al incidir sobre el soporte de la tela, colocado directamente en el suelo durante el tiempo establecido para el desarrollo del proceso.
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El encuentro de varios manteos, a mediados de 1990, marcó el origen de la nueva serie. Este hallazgo vino a coincidir con la preocupación estética de entonces: la búsqueda de mis raíces. Inmerso en el bombardeo de información de los años 80 creí en la necesidad de huir del mimetismo de las corrientes estéticas dominantes y plantear un tipo de obra que permitiera investigar el acercamiento a mis orígenes. Por esta razón trabajé la serie de los Manteos —o telas utilizadas para la recogida de la aceituna.
De forma paralela a las investigaciones basadas en la captura de rastros del hombre urbano anónimo, se desarrollaron las piezas de los manteos que pretendían la recogida de huellas del “hombre rural anónimo”. El proceso de elaboración constituyó todo un ritual. Las telas vírgenes fueron entregadas a un grupo de recolectores de aceituna durante el período 10 diciembre 1990-28 enero 1991. Una vez finalizada la campaña, las telas quedaron impregnadas de marcas provocadas por las pisadas de los aceituneros. Sobre este fondo añadí, con aceite industrial de desecho, una imagen alegórica a la recogida de la aceituna.
La cualidad olfativa sobresale en esta serie, debido a la utilización de materiales crudos aplicados directamente sobre el soporte. También destacaría la cualidad de movimiento dado que las telas no están montadas sobre bastidor. Ambas características otorgan al trabajo un carácter “vivo”, cambiante, de auto-transformación.